domingo, 31 de marzo de 2024

 Los distractores
Técnicas Narrativas



Para ocultar la línea dramática definitoria del cuento, se utilizan recursos narrativos que llamo distractores y que son parte importante de la construcción de la tensión. Los distractores tienen la función de hacer pensar al lector que el acontecimiento que está por narrarse tiene vertientes dramáticas distintas de la oculta, la central. Su función principal es ir ocultando el verdadero asunto del cuento; no es falsedad, sino una serie de acciones que transcurren dentro de todo cuento sostenido. Juan Bosch dice al respecto: “Cuando el cuentista esconde el hecho a la atención del lector, lo va sustrayendo, frase a frase, de la visión de quien lo lee, pero lo mantiene presente en el fondo de la narración y no lo muestra sino sorpresivamente en las cinco o seis palabras finales del cuento; ha construido el cuento según la mejor tradición del género.”

Para ver cómo operan los distractores, recuerdo el cuento “Este hotel es de respeto”, de Saúl Ibargoyen Islas. El relato comienza cuando un hombre llega a un hotel en la frontera de Uruguay con Brasil; se registra y, ya instalado, pregunta si puede recibir en su cuarto a una mujer. Primer distractor: El lector puede pensar que esa mujer bella tal vez sea su amante y que por ahí va la historia, porque más adelante ella llega y pasa la noche con él. Segundo distractor: Podemos pensar que ambos van a disfrutar de unas vacaciones muy sensuales y prohibidas. Sin embargo, al día siguiente el hombre va al mercado de la población donde se entrevista con otras personas. Tercer distractor: El autor nos da a entender, por el tipo de gente que describe, que puede tratarse de un asunto de contrabando o narcotráfico, ya que el hecho acontece en la frontera. Pero poco a poco nos vamos dando cuenta de que el personaje es un luchador social que llega a organizar una huelga de brazos caídos. Descubrimos, entonces, que en un principio fuimos distraídos a) por la presencia de la mujer, b) por la indefinición de sus propósitos, c) por la manera misteriosa en que el protagonista trató a las personas en el mercado y, finalmente, d) porque uno espera el éxito de la huelga ―cuarto distractor―. Un quinto distractor es que creemos que van a apresar al hombre, pero lo que sucede es una matanza en cuyo saldo se cuenta a la mujer que pasó la noche con él; entonces sabemos que ella es otra luchadora social, que no había tales vacaciones y que lo más probable es que no fueran amantes. El cuento culmina cuando el protagonista huye, herido, pero no sabemos si salvará su vida o morirá (final ambiguo). Este cuento de Ibargoyen contiene unos cinco distractores que ocultan el hecho central, que se aclara sólo hasta el final del relato.

Mientras más distractores contenga el cuento, más eficaz y extenso será, como lo mencioné más arriba. Por lo regular, lo que llamamos cuento brevísimo ―no mayor de media página― se sustenta en un distractor único. Algún autor puede hacernos creer, por ejemplo, que su relato trata de un niño travieso que molesta mucho a su padre, cuando en realidad se trata de una mosca; otro puede distraernos haciéndonos suponer que describe a un hombre muy guapo y sensual, cuando el objeto descrito es un suculento corte de carne.

El distractor es una herramienta que debe proporcionar placer, aunque a veces no esté estrictamente vinculado con el hecho narrado. Cuando un distractor surge en un texto historiográfico es considerado accidente o error. Pero para el cuentista es diferente: el distractor es una forma de definir y orientar la acción: “no hizo esto por hacer esto otro”. Al ser una expectativa anulada, perfila, el distractor enmarca la acción que se cumple.


Del libro: "Después apareció una nave.Recetas para nuevos cuentistas"
Guillermo Samperio




jueves, 28 de marzo de 2024

 La aberración estelar



El astrónomo inglés James Bradley (1693-1762) descubrió que la traslación de la Tierra alrededor del Sol afectaba a la posición aparente de las estrellas.



Bradley detectó que las estrellas situadas cerca del polo norte describían a lo largo del año una pequeña elipse, que tenía la misma amplitud para todas ellas. El astrónomo dedujo que este movimiento aparente era debido a que la posición de la estrella cambiaba según la velocidad de la Tierra. El efecto se produce porque la trayectoria de la luz se ve afectada por el movimiento terrestre, y la luz parece venir, parcialmente, del lugar hacia donde nos dirigimos. El fenómeno es análogo a lo que ocurre con las gotas de lluvia cuando vamos andando rápido o corriendo: aunque las gotas caigan verticalmente, vistas por nosotros parecen caer inclinadas y debemos inclinar el paraguas para no mojarnos. La aberración estelar, nombre que recibió el efecto, parecía indicar que la Tierra se movía respecto del éter. La teoría de la relatividad explica claramente el fenómeno. En particular, la regla relativista de adición de velocidades predice exactamente la magnitud del efecto observado.

📖#Fuente


"Poincaré: La topología"
Alberto Tomás Pérez Izquierdo


                                          

sábado, 23 de marzo de 2024

 Formas de Ascenso de Rey Andújar
Reseña



Datos Generales

Título: Formas del ascenso: Estructura mitológica en Escalera para Electra
Autor: Rey Emmanuel Andújar
Editorial: Isla negra
Año: 2014
Páginas: 140




En Formas Del Ascenso: estructura mitológica en Escalera para Electra, Rey Andújar sumerge al lector en los vericuetos escriturales de los que se vale Aída Cartagena Portalatín  para confeccionar el producto literario que significó Escalera para Electra, novela que resultó finalista en el Concurso Biblioteca Breve de la editorial Seix-Barral, que como bien sostiene Miguel D. Mena, era una especie de Nobel para las letras hispanoamericanas. 

En esta propuesta exegética de Rey Andújar, como bien sostiene Don Andrés L. Mateo, en el pequeño texto que sirve de contraportada, “era en cierto modo esperada, porque son muchos los que no han encontrado un universo de sentidos coherente para valorarla.” En efecto, Escalera para Electra es una novela que exige del lector un cierto bagaje intelectual previo, como el conocimiento de la mitología griega, de la historia dominicana y del psicoanálisis, así como, gran concentración para armar correctamente la trama que se presenta a modo de collage.

En Formas del Ascenso, Andújar pone en contexto toda la obra anterior del paso hacia la narrativa, iniciando por su tiempo en La Poesía Sorprendida (1943 – 1947), movimiento que se dio a conocer bajo la revista de nombre homónimo, y que se desarrolló en los tiempos en que el yugo y la ojeriza trujillista estaba en pleno apogeo; razón por la cual sus integrantes se vieron compelidos a utilizar un lenguaje hermético, y los recursos tropológicos del mismo. Y, como bien sostiene Rey, “(…) ante la precariedad del momento histórico, se busca un sistema que abarque realidad y sueño.”

Luego de decapitada la tiranía, la década (1961-1970) será regida por el caos y la inestabilidad política. Será en este lapsus donde Aída dará el salto hacia la narrativa, pero la revuelta situación social y política —golpe de Estado, guerra civil, intervención norteamericana y pseudo-democracia— llevará a Aída a valerse de la poética de la fragmentación. A lo que Rey sostiene “Esta estrategia teórica ofrece elementos precisos para elaborar en cuanto al paso definitivo de la poesía a la ficción en Cartagena Portalatín.”

En el exergo de Tablero Doce cuentos, de Cartagena Portalatín, la autora utiliza un pequeño texto de Mario Benedetti, el cual reza: ´´el mundo del subdesarrollo (…) debe crear no solo su ética de rebeldía, su moral de justicia, sino también proponer una auto-interpretación de su historia,…´´ de aquí se puede colegir como Escalera para Electra representa una re-construcción de la historia dominicana, donde se ilustran aspectos específicos de nuestra historia, como la intervención norteamericana de 1916 y de 1965, y de otros eventos históricos. Al respecto Andújar sostiene: “Resulta interesante, aunque no insólito, que Aída se haya decidido entonces por esta forma. La narrativa como posibilidad de plantearse vida nueva. (…) Escalera para Electra se escribe bajo el trauma encarnado en las intervenciones norteamericanas de 1916  y 1965.”

Escalera para Electra, se sirve del recurso de la intertextualidad o préstamo literario para recrear el mito de la casa de Atreo. Y de las Electra de los grandes poetas trágicos de la antigua Grecia, toma la de Eurípides. A lo que Rey agrega “A partir de la guerra del Peloponeso, Grecia entra en un proceso de caos y transición,…” Esto representa un paralelismo con el momento histórico dominicano post-tiranicidio. 

Aunque la novela se vale de la tragedia de Eurípides para resaltar la recreación, agrega Andújar “en mucho se aleja del mito”. En efecto, en la Electra de Eurípides, tras cometer el asesinato (Orestes y Electra), los dos matadores, reaparecen en la escena. Pero no traen aire de triunfo, ni el coro los recibe con encomios, lejos de eso. Llegan vacilantes, y caen en un verdadero trance de remordimiento. En cambio, en Escalera Swain y Ramón César, cometen el crimen sin el menor asomo de arrepentimiento, al contrario Swain lo torna más alevoso aún al arrogar un escupitajo al cadáver de Rosaura. Es en este agravante donde a mi entender, reside la intención comunicante de la mocana Cartagena Portalatín.

En esencia, Formas del Ascenso de Rey Andújar, propone la escritura de la novela como una herramienta de vuelo: espacio en donde el mito se recrea y fortalece, exagerando las formas clásicas de la violencia. Y concluyendo junto con Rey, en donde la literatura prevalece en forma de ascenso, elevándose al “lenguaje viviente que es el arte, el amor y la amistad.” Mediante la reescritura del mito, Aída demuestra que escribir es el bello hábito de repetirse y elevarse en los demás.


Ensayo del administrador

viernes, 22 de marzo de 2024

 El astrolabio



En griego clásico, astro significa «estrella» y labio se traduce por «el que busca», así que un astrolabio es un buscador de estrellas. Se trata de un artilugio mecánico pensado para reproducir el aparentemente complicado movimiento de los objetos celestes. Se basa, en esencia, en la proyección estereográfica de la esfera celeste, solo que no se tomaba como centro de proyección un polo —que es la proyección conforme matemáticamente aceptada hoy día—, sino el observador; como es natural, el astrolabio se limitaba a describir la situación y movimiento de los astros de un solo hemisferio, el del observador.

El movimiento astral que se observa en tres dimensiones se proyecta en el plano del astrolabio, de dimensión dos. Si se desea tener a mano las tres dimensiones hay que recurrir a la esfera armilar y a artilugios semejantes, auténticas réplicas de la esfera celeste. No entraremos a discutir en detalle las tripas y el funcionamiento de un astrolabio, pues podría llevarnos horas y sería una tarea por completo inútil si no se tienen los conocimientos astronómicos previos suficientes. Lo ideó alguien, no se sabe con certeza quién, pero los fundamentos teóricos los puso Ptolomeo.



El aparato se fue complicando hasta llegar, bastante perfeccionado, a las manos de Teón. Un alumno de Hipatia, Sinesio, expone en una carta que esta le ayudó a construir y comprender el funcionamiento de un astrolabio. El astrolabio lleva una argolla que permite colgarlo verticalmente y tomar medidas con él. Sin ánimo de describirlo por completo y simplificando un poco, digamos que un astrolabio consiste en un disco circular o placa madre (se habla de uno de Tycho Brahe que llegó a medir tres metros) con un borde o limbo graduado. Por un lado la placa tiene una regla o alidada con la que se miden los ángulos sobre el horizonte. El otro lado, llamado faz, contiene a su vez dos placas circulares, ambas con graduación y marcas especiales: son el tímpano (que es específico de cada latitud) y la araña o red; este último círculo es giratorio. Es frecuente que en esta cara figure también una regla.



Apoyándose en las medidas y las marcas previas es posible —pero complicado— determinar la hora solar, la hora de salida de las estrellas, la posición de un objeto (por ejemplo, un planeta) y hacer otras cosas prácticas, como medir distancias.
📖#Fuente


"Mujeres matemáticas"
Joaquín Navarro



jueves, 21 de marzo de 2024



La Poesía es así. «Poesía es todo aquello que se queda fuera una vez que uno ha definido la Poesía», dijo un espíritu sagaz; y es bien cierto. Porque sólo se define aquello que, en una u otra forma, es admitido en los cuadros lógicos del pensar, en las categorías. Y ya sabe usted que la Poesía salta alegremente por encima de la lógica («este perro es un arco iris», «mi alma es un trocito de campana», etc.) y sólo admite ser intuida, aprehendida con todo el ser en una vivencia a-lógica, mágica si usted quiere. (Otra frase sagaz: «La metáfora es una forma mágica del principio de identidad»; es decir que si ese principio –base de la Lógica– se expresa: A es A, la Poesía dice: A es B… ¡y qué bonito queda!)    

Por eso –final sentencioso y moral– no se debe ir a la Poesía con el diccionario en la mano, sino envuelto en la más radiante inocencia de corazón.    


Julio Cortázar
Cartas 1937-1954 




martes, 19 de marzo de 2024

 Batalla de Azua (19 de marzo 1844)



Tan pronto llegaron las noticias a Territorio haitiano, de que se proclamó La Independencia en febrero de 1844 y de que ondeaba una bandera que no era la haitiana, el gobierno vecino, se puso en movimiento. 

El presidente Charles Riviére Hérard, se dispuso a iniciar un movimiento para “restablecer el orden”. Preparó un ejército con 30000 hombres, armados con una artillería de obuses y piezas de grueso calibre. Dividió sus ejércitos en tres grupos: el primer grupo, bajo su mando, en el Centro; el segundo a la derecha, bajo las órdenes del general Suoffront y el tercer grupo estaba al mando del General Pierrot, por el Norte. Todos convergerían en la ciudad de Santo Domingo, que era el punto más importante.



En el primer ataque, las tropas entran por San Juan y fueron rechazados por el cañón de Francisco Doñé, la fusilería de Lucas Díaz, Juan E. Ceara y José Del C. García. Desalojan el río Jura. El mismo día 19 las tropas del jefe haitiano Tomás Héctor entran en Azua y el ataque es rechazado por los dominicanos. En el segundo, los haitianos atacan por el camino de los Conucos a los dominicanos, allí fueron enfrentados por Matías de Vargas, José Leger y Feliciano Martínez. En el tercer ataque, el ejército haitiano se tropieza con las tropas de Duvergé, los fusileros de Nicolás Mañón los rechazan en el Cerro de Risolí. El ataque provocó la huida de nuevo hacia el río Jura.  

Esta memorable batalla, se inició a las 7:30 de la mañana. El éxito fundamental de Santana se basó en las estrategias de retrasar, hostigar y alejar al enemigo de los lugares donde pusieran encontrar provisiones para mantenerse en el campo de batalla. Además, el terreno inhóspito e inaccesible los hizo huir acorralándose hacia el río Jura, sufriendo una gran derrota.  

De acuerdo al historiador Jean Price Mars en su libro: “La República de Haití y la República Dominicana”, Tomo II, pág. 7, para referirse a esta derrota expresa: “(…) no basta para asegurar la victoria de un ejército un gran número de hombres, lo que cuenta además es el buen ánimo del combatiente y su sentimiento íntimo respecto al valor de la causa por la cual se le pide que derrame su sangre y dé su vida.” 

Con ello, quiso significar que en las tropas dominicanas influyó mucho el ánimo de defender el suelo Patrio. 
📖#Fuente


"En defensa de la independencia", El Siglo, Eleanor Grimaldi Silié




lunes, 18 de marzo de 2024

 El viaje en globo



Creía haber leído todos los libros de Jorge Luis Borges —algunos, varias veces—, pero hace poco encontré en una librería de lance uno que desconocía: Atlas, escrito en colaboración con María Kodama y publicado por Sudamericana en 1984. Es un libro de fotos y notas de viaje y en la portada aparece la pareja dando un paseo en globo sobre los viñedos de Napa Valley, en California.

Las notas, acompañadas de fotografías, fueron escritas, la gran mayoría al menos, en los dos o tres años anteriores a la publicación. Son muy breves, primero memorizadas y luego dictadas, como los poemas que escribió Borges en su última época. Siempre precisas e inteligentes, están plagadas de citas y referencias literarias, y hay en ellas sabiduría, ironía y una cultura tan vasta como la geografía de tres o cuatro continentes que el autor y la fotógrafa visitan en ese periodo (bajan y suben a los aviones, trenes y barcos sin cesar). Pero en ellas hay también —y esto no es nada frecuente en Borges— alegría, exaltación, contento de la vida. Son las notas de un hombre enamorado. Las escribió entre los 83 y los 85 años, después de haber perdido la vista hacía varias décadas y, por lo tanto, cuando era incapaz de ver con los ojos los lugares que visitaba: sólo podía hacerlo ya con la imaginación.

Nadie diría que quien las escribe es un octogenario invidente, porque ellas transpiran un entusiasmo febril y juvenil por todo aquello que toca y que pisa, y su autor se permite a veces los disfuerzos y gracejerías de un muchachito al que la chica del barrio, de quien estaba prendado, acaba de darle el sí. La explicación es que María Kodama, la frágil, discreta y misteriosa muchacha argentino-japonesa, su exalumna de anglosajón y de las sagas nórdicas, por fin lo ha aceptado y el anciano escribidor goza, por primera vez en la vida sin duda, de un amor correspondido.

Esto puede parecer chismografía morbosa, pero no lo es; la vida sentimental de Borges, a juzgar por las cuatro biografías que he leído de él —las de Rodríguez Monegal, María Esther Vázquez, Horacio Salas y, sobre todo, la de Edwin Williamson, la más completa— fue un puro desastre, una frustración tras otra. Se enamoraba por lo general de mujeres cultas e inteligentes, como Norah Lange y su hermana Haydée, Estela Canto, Cecilia Ingenieros, Margarita Guerrero y algunas otras, que lo aceptaban como amigo pero, apenas descubrían su amor, lo mantenían a distancia y, más pronto o más tarde, lo largaban. Sólo Estela Canto estuvo dispuesta a llevar las cosas a una intimidad mayor pero, en ese caso, fue Borges el que escurrió el bulto. Se diría que era el juego de sombras lo que le atraía en el amor: amagarlo, no concretarlo. Sólo en sus años finales, gracias a María Kodama, tuvo una relación sentimental que parece haber sido estable, intensa, formal, de compenetración intelectual recíproca, algo que a Borges le hizo descubrir un aspecto de la vida del que hasta entonces, según su terminología, había sido privado.

Todo lo relacionado con el sexo habría resultado inquietante y peligroso hasta una edad avanzada

Alguna vez escribió: “Muchas cosas he leído y pocas he vivido”. Aunque no lo hubiera dicho, lo habríamos sabido leyendo sus cuentos y ensayos, de prosa hechicera, sutil inteligencia y soberbia cultura. Pero de una estremecedora falta de vitalidad, un mundo riquísimo en ideas y fantasías en el que los seres humanos parecen abstracciones, símbolos, alegorías, y en el que los sentidos, apetitos y toda forma de sensualidad han sido poco menos que abolidos; si el amor comparece, es intelectual y literario, casi siempre asexuado.

Las razones de esta privación pueden haber sido muchas. Williamson subraya como un hecho traumático en su vida una experiencia sexual que le impuso a Borges su padre, en Ginebra, enviándolo donde una prostituta para que conociera el amor físico. Él tenía ya diecinueve años y aquel intento fue un fiasco, algo que, según su biógrafo, repercutió gravemente sobre su vida futura. Desde entonces todo lo relacionado con el sexo habría sido para él algo inquietante, peligroso e incomprensible, un territorio que tuvo a distancia de lo que escribía. Y es verdad que en sus cuentos y poemas el sexo es una ausencia más que una presencia y que, cuando asoma, suele acompañarlo cierta angustia e incluso horror (“Los espejos y la cópula son abominables porque multiplican el número de los hombres”) Sólo a partir de Atlas (1984) y Los conjurados (1985), una colección de poemas (“De usted es este libro, María Kodama”, “En este libro están las cosas que siempre fueron suyas”), el amor físico aparece como una experiencia gozosa, enriquecedora de la vida.

Los psicoanalistas tienen un buen material —ya han abusado bastante de él— para analizar las relaciones de Borges con su madre, la temible doña Leonor Acevedo, descendiente de próceres, que —como cuenta en un libro autobiográfico Estela Canto, una de las novias frustradas de Borges— ejercía una vigilancia estrictísima sobre las relaciones sentimentales de su hijo, acabando con ellas de modo implacable si la dama en cuestión no se ajustaba a sus severísimas exigencias. Esta madre castradora habría anulado, o, por lo menos, frenado la vida sexual del hijo adorado. Doña Leonor fue factor decisivo en el matrimonio de Borges con doña Elsa Astete Millán en l967, que duró sólo tres años y fue un martirio de principio a fin para Borges, al extremo de inducirlo a terminar huyendo, como en las letras truculentas de un tango, de su cónyuge.

El rico mundo inventado por los maestros de la palabra escrita se llenó con María Kodama

Todo eso cambió en la última época de su vida, gracias a María Kodama. Muchos amigos y parientes de Borges la han atacado, acusándola de calculadora e interesada. ¡Qué injusticia! Yo creo que gracias a ella —basta para saberlo leer el precioso testimonio que es Atlas— Borges, octogenario, vivió unos años espléndidos, gozando no sólo con los libros, la poesía y las ideas, también con la cercanía de una mujer joven, bella y culta, con la que podía hablar de todo aquello que lo apasionaba y que, además, le hizo descubrir que la vida y los sentidos podían ser tanto o más excitantes que las aporías de Zenón, la filosofía de Schopenhauer, la máquina de pensar de Raimundo Lulio o la poesía de William Blake. Nunca hubiera podido escribir las notas de este libro sin haber vivido las maravillosas experiencias de que da cuenta Atlas.

Maravillosas y disparatadas, por cierto, como levantarse a las cuatro de la madrugada para treparse a un globo y pasear hora y media entre las nubes, a la intemperie, azotado por las corrientes de aire californianas, sin ver nada, o recorrer medio mundo para llegar a Egipto, coger un puñado de arena, aventarlo lejos y poder escribir: “Estoy modificando el Sáhara”. La pareja salta de Irlanda a Venecia, de Atenas a Ginebra, de Chile a Alemania, de Estambul a Nara, de Reikiavik a Deyá, y llega al laberinto de Creta donde, además de recordar al Minotauro, tiene la suerte de extraviarse, lo que permite a Borges citar una vez más a su dama: “En cuya red de piedra se perdieron tantas generaciones como María Kodama y yo nos perdimos en aquella mañana y seguimos perdidos en el tiempo, ese otro laberinto”. Cuando están recorriendo las islas del Tigre, en una de las cuales se suicidó Leopoldo Lugones, Borges recuerda “con una suerte de agridulce melancolía que todas las cosas del mundo me llevan a una cita o a un libro”. Eso era cierto, antes. En los últimos tiempos todo lo que hace, toca e imagina en este raudo, frenético trajín, lo acerca, a la vez que a la literatura, a su joven compañera. El rico mundo inventado por los grandes maestros de la palabra escrita se ha llenado para él, en el umbral de la muerte, de animación, ternura, buen humor y hasta pasión.

No mucho después, en 1986, en Ginebra, cuando Borges, ya muy enfermo, sintió que se moría, dijo a María Kodama que, después de todo, no era imposible que hubiera algo, más allá del final físico de una persona. Ella, muy práctica, le preguntó si quería que le llamara a un sacerdote. Él asintió, con una condición: que fueran dos, uno católico, en recuerdo de su madre, y un pastor protestante, en homenaje a su abuela inglesa y anglicana. Literatura y humor, hasta el último instante.


Mario Vargas Llosa
Artículo en: "El País"