jueves, 7 de marzo de 2024

 

Aquí o allí


Quién es el que está aquí, y dónde:

¿dentro o fuera?

 

¿Soy yo el que siente y el que da sentido

al mundo?

¿O es el secreto corazón del mundo

—remoto, inaccesible—

el que me da sentido a mí?

 

Qué lejos siempre entonces ya de todo,

incluso de mí mismo;

qué solo y qué perdido yo,

aquí o allí.


Ángel González

De "Otoños y otras luces"




 Tesis sobre el cuento


Primera tesis: Un cuento siempre cuenta dos historias.

El cuento clásico (Poe, Quiroga) narra en primer plano la historia 1 (el relato del juego) y construye en secreto la historia 2 (el relato del suicidio). El arte del cuentista consiste en saber cifrar la historia 2 en los intersticios de la historia 1. Un relato visible esconde un relato secreto, narrado de un modo elíptico y fragmentario.

El efecto de sorpresa se produce cuando el final de la historia secreta aparece en la superficie.

Cada una de las dos historias se cuenta de modo distinto. Trabajar con dos historias quiere decir trabajar con dos sistemas diferentes de causalidad. Los mismos acontecimientos entran simultáneamente en dos lógicas narrativas antagónicas. Los elementos esenciales de un cuento tienen doble función y son usados de manera diferente en cada una de las dos historias. Los puntos de cruce son el fundamento de la construcción.

El cuento es un relato que encierra un relato secreto. No se trata de un sentido oculto que depende de la interpretación: el enigma no es otra cosa que una historia que se cuenta de un modo enigmático. La estrategia del relato está puesta al servicio de esa narración cifrada. ¿Cómo contar una historia mientras se está contando otra? Esa  pregunta sintetiza los problemas técnicos del cuento.

Segunda tesis: la historia secreta es la clave de la forma del cuento y de sus variantes.

La versión moderna del cuento que viene de Chejov, Katherine Mansfield, Sherwood Anderson, y del Joyce de Dublineses-, abandona el final sorpresivo y la estructura cerrada; trabaja la tensión entre las dos historias sin resolverla nunca. La historia secreta se cuenta de un modo cada vez más elusivo. El cuento clásico a la Poe contaba una historia anunciando que había otra; el cuento moderno cuenta dos historias como si fueran una sola.

El cuento se construye para hacer aparecer artificialmente algo que estaba oculto. Reproduce la busca siempre renovada de una experiencia única que nos permita ver, bajo la superficie opaca de la vida, una verdad secreta.

La teoría del iceberg de Hemingway es la primera síntesis de ese proceso de transformación: lo más importante nunca se cuenta. La historia secreta se construye con lo no dicho, con el sobreentendido y la alusión.

El arte de narrar se funda en la lectura equivocada de signos.

Como las artes adivinatorias, la narración descubre un mundo olvidado en unas huellas, que encierran el secreto del porvenir.

El arte de narrar es el arte de la percepción errada y de la distorsión. El relato avanza siguiendo un plan férreo e incomprensible y recién al final surge en el horizonte la visión de una realidad desconocida: el final hace ver un sentido secreto que estaba cifrado y como ausente en la sucesión clara de los hechos.

En el fondo la trama de un relato esconde siempre la esperanza de una epifanía.

Una historia se puede contar de manera distinta, pero siempre hay un doble movimiento, algo incomprensible que sucede y está oculto.

El sentido de un relato tiene la estructura del secreto, está escondido, separado del conjunto de la historia, reservado para el final y en otra parte.

El arte de narrar es un arte de la duplicación; es el arte de presentir lo inesperado; de saber esperar lo que viene, nítido, invisible, como la silueta de una mariposa contra la tela vacía.

Sorpresas, epifanías, visiones. En la experiencia siempre renovada de esa revelación que es la forma, la literatura tiene, como siempre, mucho que enseñarnos sobre la vida.

Para el crítico la literatura es un saber sometido. No hay un saber en la literatura, hay un saber externo que se le aplica ya sea desde la lingüística, el psicoanálisis, la sociología, el marxismo, o los estudios culturales.

Habría tres modos de leer de un escritor. Primero tiende a ver la construcción antes que la interpretación. Al escritor le interesa más cómo está hecho un libro que preguntarse qué significa. Quiere saber cómo funciona es máquina para construir otra. De allí que sus reflexiones sean tan específicas y técnicas, como pueden ser las de Nabokov.

Manuel Puig me dijo una vez “no puedo leer novelas, porque cuando las leo las corrijo”, Es decir, para un escritor los libros nunca están terminados, los ve como si fueran un work in progress. Este es un tipo de lectura fluida y sin complejos que tiende a poner el acento, sobre todo, en cómo están hechas las cosas.

La segunda manera de leer de un escritor es lo que yo llamo la lectura estratégica. Tiene que ver con lo que vos te referías al hablar de Benjamin. La lectura de un escritor nunca es inocente.

 

Ricardo Piglia

Tomado del libro "Formas breves"

miércoles, 6 de marzo de 2024

 

El eterno debate



El origen de la religión fue el desconocimiento total que tenía el hombre primitivo sobre la naturaleza de los fenómenos que lo rodeaban, lo cual lo llevó a tratar de explicarse estas lagunas cognoscitivas mediante la formulación de mitos y leyendas, así como la creación de Dioses poseedores de la capacidad de generarlos, que le brindaron cierta seguridad y sosiego en el transcurso de su vida diaria. A la vez que construía su sistema de creencias y rituales, para la adoración y el aplacamiento de las desbondades y furiosidad de sus dioses, le daba aquel hombre primitivo un orden al caos.

De este modo conciso se vislumbra que el origen de las religiones ha sido la ignorancia que embargaba al hombre antiguo sobre el universo y su funcionamiento, así como la diversidad de fenómenos naturales que se producían en su entorno – verbigracia: la lluvia para los cultivos.-   y necesitaba controlar para su subsistencia.

¿Con el progreso científico actual, que causa asombro, y que ha dado respuestas objetivas a las interrogantes que le dieron origen a la mayoría de cuestiones que sumían al hombre antiguo en un estado de asombro y miedo, se podría afirmar que la religión está cerca de su ocaso? La respuesta a esta cuestionante no está del todo clara y diáfana, sino que los argumentos en su defensa o su rechazo son turbios y contradictorios.

Por un lado el progreso científico, prodigioso y determinante para el avance de la sociedad actual, ha beneficiado poderosamente al hombre y a la vez prolongado bastante su esperanza de vida con los grandes descubrimientos de vacunas y medicamentos que han mermado la tenacidad de muchas patologías que provocaron grandes estragos a la humanidad; pero contrastando con lo anterior también ha sido el autor de las grandes armas de destrucción masiva que amenaza la supervivencia de la especie humana, y que en sendas guerras mundiales, del siglo pasado, dio argumentos a los opositores del vertiginoso progreso científico, de que si no se controla y regula dicho avance, más temprano que tarde, la especie humana terminara por desaparecer.

Por otro lado, el apego extremo a una creencia o religión también ha traído sus consecuencias en la sana convivencia en la diversidad, y un ejemplo de esto es el terrorista suicida, que como sostiene Vargas Llosa en  “La Civilización del espectáculo”, es el nuevo protagonista de la política mundial actual, el cual es un subproducto de la versión más integrista y fanática del islamismo, sostiene Vargas Llosa. Además, las guerras más sangrientas que ha sufrido el conglomerado humano a través de su historia tiene como causa esencial el matiz religioso, como el conflicto palestino/israelí, la disputa indú/pakistaní, etc.

En esencia, la defensa en un sentido u otro, de si habría una mejor convivencia sin la existencia de las religiones, que muchas veces obnubilan el correcto razonamiento de sus fieles, o que sin ella el género humano involucionaría pendiente abajo sin la existencia de un código moral o axiológico, que le permitiera organizar su vida y su conducta sin sucumbir a la desesperación; es un dilema al que los grandes filósofos y científicos no le han encontrado una solución objetiva, y en la que el debate se mantiene vivo con el gran avance científico que vive la humanidad y el declive cada vez más pronunciado que van teniendo todas las religiones, con los grandes escándalos que han protagonizado sus líderes.


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