Tesis sobre el cuento
Primera tesis: Un cuento
siempre cuenta dos historias.
El cuento clásico (Poe,
Quiroga) narra en primer plano la historia 1 (el relato del juego) y construye
en secreto la historia 2 (el relato del suicidio). El arte del cuentista
consiste en saber cifrar la historia 2 en los intersticios de la historia 1. Un
relato visible esconde un relato secreto, narrado de un modo elíptico y
fragmentario.
El efecto de sorpresa se
produce cuando el final de la historia secreta aparece en la superficie.
Cada una de las dos
historias se cuenta de modo distinto. Trabajar con dos historias quiere decir
trabajar con dos sistemas diferentes de causalidad. Los mismos acontecimientos
entran simultáneamente en dos lógicas narrativas antagónicas. Los elementos
esenciales de un cuento tienen doble función y son usados de manera diferente
en cada una de las dos historias. Los puntos de cruce son el fundamento de la
construcción.
El cuento es un relato que
encierra un relato secreto. No se trata de un sentido oculto que depende de la interpretación:
el enigma no es otra cosa que una historia que se cuenta de un modo enigmático.
La estrategia del relato está puesta al servicio de esa narración cifrada.
¿Cómo contar una historia mientras se está contando otra? Esa pregunta sintetiza los problemas técnicos del
cuento.
Segunda tesis: la historia
secreta es la clave de la forma del cuento y de sus variantes.
La versión moderna del
cuento que viene de Chejov, Katherine Mansfield, Sherwood Anderson, y del Joyce
de Dublineses-, abandona el final sorpresivo y la estructura cerrada; trabaja
la tensión entre las dos historias sin resolverla nunca. La historia secreta se
cuenta de un modo cada vez más elusivo. El cuento clásico a la Poe contaba una historia
anunciando que había otra; el cuento moderno cuenta dos historias como si
fueran una sola.
El cuento se construye
para hacer aparecer artificialmente algo que estaba oculto. Reproduce la busca siempre
renovada de una experiencia única que nos permita ver, bajo la superficie opaca
de la vida, una verdad secreta.
La teoría del iceberg de
Hemingway es la primera síntesis de ese proceso de transformación: lo más importante
nunca se cuenta. La historia secreta se construye con lo no dicho, con el
sobreentendido y la alusión.
El arte de narrar se funda
en la lectura equivocada de signos.
Como las artes
adivinatorias, la narración descubre un mundo olvidado en unas huellas, que
encierran el secreto del porvenir.
El arte de narrar es el
arte de la percepción errada y de la distorsión. El relato avanza siguiendo un
plan férreo e incomprensible y recién al final surge en el horizonte la visión
de una realidad desconocida: el final hace ver un sentido secreto que estaba
cifrado y como ausente en la sucesión clara de los hechos.
En el fondo la trama de un
relato esconde siempre la esperanza de una epifanía.
Una historia se puede
contar de manera distinta, pero siempre hay un doble movimiento, algo
incomprensible que sucede y está oculto.
El sentido de un relato
tiene la estructura del secreto, está escondido, separado del conjunto de la
historia, reservado para el final y en otra parte.
El arte de narrar es un
arte de la duplicación; es el arte de presentir lo inesperado; de saber esperar
lo que viene, nítido, invisible, como la silueta de una mariposa contra la tela
vacía.
Sorpresas, epifanías,
visiones. En la experiencia siempre renovada de esa revelación que es la forma,
la literatura tiene, como siempre, mucho que enseñarnos sobre la vida.
Para el crítico la
literatura es un saber sometido. No hay un saber en la literatura, hay un saber
externo que se le aplica ya sea desde la lingüística, el psicoanálisis, la
sociología, el marxismo, o los estudios culturales.
Habría tres modos de leer
de un escritor. Primero tiende a ver la construcción antes que la
interpretación. Al escritor le interesa más cómo está hecho un libro que
preguntarse qué significa. Quiere saber cómo funciona es máquina para construir
otra. De allí que sus reflexiones sean tan específicas y técnicas, como pueden
ser las de Nabokov.
Manuel Puig me dijo una
vez “no puedo leer novelas, porque cuando las leo las corrijo”, Es decir, para
un escritor los libros nunca están terminados, los ve como si fueran un work in
progress. Este es un tipo de lectura fluida y sin complejos que tiende a poner
el acento, sobre todo, en cómo están hechas las cosas.
La segunda manera de leer
de un escritor es lo que yo llamo la lectura estratégica. Tiene que ver con lo
que vos te referías al hablar de Benjamin. La lectura de un escritor nunca es
inocente.
Ricardo Piglia
Tomado del libro "Formas breves"