miércoles, 6 de marzo de 2024

 

El eterno debate



El origen de la religión fue el desconocimiento total que tenía el hombre primitivo sobre la naturaleza de los fenómenos que lo rodeaban, lo cual lo llevó a tratar de explicarse estas lagunas cognoscitivas mediante la formulación de mitos y leyendas, así como la creación de Dioses poseedores de la capacidad de generarlos, que le brindaron cierta seguridad y sosiego en el transcurso de su vida diaria. A la vez que construía su sistema de creencias y rituales, para la adoración y el aplacamiento de las desbondades y furiosidad de sus dioses, le daba aquel hombre primitivo un orden al caos.

De este modo conciso se vislumbra que el origen de las religiones ha sido la ignorancia que embargaba al hombre antiguo sobre el universo y su funcionamiento, así como la diversidad de fenómenos naturales que se producían en su entorno – verbigracia: la lluvia para los cultivos.-   y necesitaba controlar para su subsistencia.

¿Con el progreso científico actual, que causa asombro, y que ha dado respuestas objetivas a las interrogantes que le dieron origen a la mayoría de cuestiones que sumían al hombre antiguo en un estado de asombro y miedo, se podría afirmar que la religión está cerca de su ocaso? La respuesta a esta cuestionante no está del todo clara y diáfana, sino que los argumentos en su defensa o su rechazo son turbios y contradictorios.

Por un lado el progreso científico, prodigioso y determinante para el avance de la sociedad actual, ha beneficiado poderosamente al hombre y a la vez prolongado bastante su esperanza de vida con los grandes descubrimientos de vacunas y medicamentos que han mermado la tenacidad de muchas patologías que provocaron grandes estragos a la humanidad; pero contrastando con lo anterior también ha sido el autor de las grandes armas de destrucción masiva que amenaza la supervivencia de la especie humana, y que en sendas guerras mundiales, del siglo pasado, dio argumentos a los opositores del vertiginoso progreso científico, de que si no se controla y regula dicho avance, más temprano que tarde, la especie humana terminara por desaparecer.

Por otro lado, el apego extremo a una creencia o religión también ha traído sus consecuencias en la sana convivencia en la diversidad, y un ejemplo de esto es el terrorista suicida, que como sostiene Vargas Llosa en  “La Civilización del espectáculo”, es el nuevo protagonista de la política mundial actual, el cual es un subproducto de la versión más integrista y fanática del islamismo, sostiene Vargas Llosa. Además, las guerras más sangrientas que ha sufrido el conglomerado humano a través de su historia tiene como causa esencial el matiz religioso, como el conflicto palestino/israelí, la disputa indú/pakistaní, etc.

En esencia, la defensa en un sentido u otro, de si habría una mejor convivencia sin la existencia de las religiones, que muchas veces obnubilan el correcto razonamiento de sus fieles, o que sin ella el género humano involucionaría pendiente abajo sin la existencia de un código moral o axiológico, que le permitiera organizar su vida y su conducta sin sucumbir a la desesperación; es un dilema al que los grandes filósofos y científicos no le han encontrado una solución objetiva, y en la que el debate se mantiene vivo con el gran avance científico que vive la humanidad y el declive cada vez más pronunciado que van teniendo todas las religiones, con los grandes escándalos que han protagonizado sus líderes.


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