El eterno debate
El origen de la religión fue el
desconocimiento total que tenía el hombre primitivo sobre la naturaleza de los
fenómenos que lo rodeaban, lo cual lo llevó a tratar de explicarse estas lagunas
cognoscitivas mediante la formulación de mitos y leyendas, así como la creación
de Dioses poseedores de la capacidad de generarlos, que le brindaron cierta
seguridad y sosiego en el transcurso de su vida diaria. A la vez que construía
su sistema de creencias y rituales, para la adoración y el aplacamiento de las
desbondades y furiosidad de sus dioses, le daba aquel hombre primitivo un orden
al caos.
De este modo conciso se
vislumbra que el origen de las religiones ha sido la ignorancia que embargaba
al hombre antiguo sobre el universo y su funcionamiento, así como la diversidad
de fenómenos naturales que se producían en su entorno – verbigracia: la lluvia
para los cultivos.- y necesitaba
controlar para su subsistencia.
¿Con el progreso científico actual,
que causa asombro, y que ha dado respuestas objetivas a las interrogantes que
le dieron origen a la mayoría de cuestiones que sumían al hombre antiguo en un
estado de asombro y miedo, se podría afirmar que la religión está cerca de su
ocaso? La respuesta a esta cuestionante no está del todo clara y diáfana, sino
que los argumentos en su defensa o su rechazo son turbios y contradictorios.
Por un lado el progreso
científico, prodigioso y determinante para el avance de la sociedad actual, ha
beneficiado poderosamente al hombre y a la vez prolongado bastante su esperanza
de vida con los grandes descubrimientos de vacunas y medicamentos que han
mermado la tenacidad de muchas patologías que provocaron grandes estragos a la
humanidad; pero contrastando con lo anterior también ha sido el autor de las
grandes armas de destrucción masiva que amenaza la supervivencia de la especie
humana, y que en sendas guerras mundiales, del siglo pasado, dio argumentos a
los opositores del vertiginoso progreso científico, de que si no se controla y
regula dicho avance, más temprano que tarde, la especie humana terminara por
desaparecer.
Por otro lado, el apego extremo
a una creencia o religión también ha traído sus consecuencias en la sana
convivencia en la diversidad, y un ejemplo de esto es el terrorista suicida,
que como sostiene Vargas Llosa en “La
Civilización del espectáculo”, es el nuevo protagonista de la política mundial
actual, el cual es un subproducto de la versión más integrista y fanática del
islamismo, sostiene Vargas Llosa. Además, las guerras más sangrientas que ha
sufrido el conglomerado humano a través de su historia tiene como causa
esencial el matiz religioso, como el conflicto palestino/israelí, la disputa
indú/pakistaní, etc.
En esencia, la defensa en un sentido
u otro, de si habría una mejor convivencia sin la existencia de las religiones,
que muchas veces obnubilan el correcto razonamiento de sus fieles, o que sin
ella el género humano involucionaría pendiente abajo sin la existencia de un
código moral o axiológico, que le permitiera organizar su vida y su conducta
sin sucumbir a la desesperación; es un dilema al que los grandes filósofos y
científicos no le han encontrado una solución objetiva, y en la que el debate
se mantiene vivo con el gran avance científico que vive la humanidad y el
declive cada vez más pronunciado que van teniendo todas las religiones, con los
grandes escándalos que han protagonizado sus líderes.
Ensayo del administrador



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